jueves

La carta

PD: sonreiré para mis adentros
victorioso si me vuelvo a ver,
porque comprenderé
el círculo de la existencia.
J. D.
Anoche vi un hombre.
A través de una de las ventanas del edificio X, contrastaba notablemente sobre el cielo rojo, amenazante, tormentoso y apocalípticamente bello. Lo observe fijamente y se encontraba inerte, quizás mirando, quizás pensativo o solo abstraído en el pequeño mundo que éramos la calle; podía distinguir mínimamente sus rasgos y se me imaginaba de mil maneras, mutando constantemente, minuto a minuto mientras lo observaba hipnótico, creando de esta manera un sutil vinculo con ese ente alejado, un vínculo que nadie podría llegar a comprender. Ni siquiera yo. Pero ese vínculo existía y quizás ese mismo vínculo fue el que me hizo comprender. Y lo vi. O tendría que decir me vi a mi mismo a través de la ventana; mirando a lo lejos, abstraído en mis pensamientos, llorando desesperadamente tranquilo, y se me antojo demasiado triste esa visión reflejada de mi propia humanidad en un espejo con forma de ventana; y un pensamiento me volvió a la realidad de los cielos apocalípticos; sinceramente voy a tener que matar a ese hombre retumbó dentro mío.
Hoy el día amaneció menos gris, pero plomizo al fin, como si la madre tierra describiera mi alma. No suelo desayunar y desde la cama mis pensamientos pedían a gritos aire fresco. Salí a caminar, o a buscar no se exactamente que, pero para mi horror seguía el camino hacia el Edificio X y su maldita ventana. Camine lento pero firme como si me arrastrara una corriente de un río invisible fluyendo y confluyendo en la esquina de Z y V. La esquina del Edificio X. Sin quererlo, pero sin poder impedirlo, llegue y como si estuviera esperándome en una cita planeada de antemano, estaba ahí, indiferente frente a la ventana como si nunca se hubiese movido, como si la clave de la existencia estuviera en un punto alejado que solo pudiera acceder desde esa puerta-ventana incrustada en la pared de un edificio demasiado común para encerrar tanto misterio y demasiado atractivo como para dejar de mirarlo.
Lo observé tiempo indeterminado hasta que supuse divisar sus ojos clavados en mi como esperando algo, como un niño esperando una golosina, pero sabiendo que no tiene monedas para pagarla. Lo próximo que recuerdo es muy confuso y no creo que todo perteneciera a la realidad, por lo menos a la realidad de todos los días. Imágenes desordenadas vienen a mi, alguien que me habla, un cuchillo en la mesa, dos niñas jugando…de pronto me veo atravesar una puerta, escudriñar el hall con las niñas mirándome asombras tanto tiempo como para memorizarlas y correr hacia las escaleras, y sobre ellas también como escapando de un incendio en la calle hasta llegar algún piso y fijar la vista en una puerta, sonreír para mis adentros, exhalar e irrumpir en esa habitación con este ser inmutable, tomar el cuchillo, percibir una victoria o quizás imaginarla de esta ese futuro recuerdo imperturbable ante mi presencia y acecharle por atrás, tomarlo del rostro y comprobar que bajo mi mano existía una sonrisa tapada, sentir su victoria en mi palma , no soportarla y rápidamente cortar su ultimo respiro con el filo del cuchillo; mirar a través de la ventana con una lágrima cayendo por mi mejilla y verme a mi mismo allá abajo, mirándome abstraído y con un halo de maldad en los ojos.




J.D.

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