miércoles

Al Anonimo

- Sos una pelotuda bárbara...
Mailen cerro la puerta de un golpe seco, rápido. Un ferrocarril de ideas, sentimientos, confusiones, recuerdos o premoniciones pasaban a velocidades vertiginosa, y ella en el anden oscuro y solitario que era su propio ser.
Alfredo siempre había sido un ser bondadoso con ella, pero lejano y extraño, al mismo tiempo; y en repentinas ocasiones la hubo de aterrar, pero ella confiaba en el dogmáticamente y su propia fe no le permitía dudar de que alguna vez se fundiese en el.
Pero esta ves había ido demasiado lejos. Esa cicatriz duraría toda la vida y ya no seria bella frente al espejo que guardaba en su cajita de madera, pintada a mano, y que solo devolvía su verdadera imagen.
-Al, todavía me quiere, además el siempre esta, así de simple, lo necesito; cuando siento que soy nadie puedo refugiarme en el...
-Alfredo te lastimo feo esta ves, no seas idiota. Mirate en el espejo, no ves como sangra – se interrumpió a si misma o a una de las tantas Mailen que convivían en su cuerpo y se disputaban el control de su propio ser en infinitos diálogos con ellas mismas.
- Si, pero Al me dejo crear mi espacio en su propiedad y me protegía... me enseño mucho. Perdón tengo ganas de llorar... creo.. lo arruine.... todo.
- Creo que tenia razón cuando dijo que era una pelotuda – susurro Mailen mientras se miraba en el espejo. Y lloraba.
Alfredo había encontrada a la niña cuando esta era nada, solo un cuerpo a la deriva, sin mas vida que un destello en los ojos, esporádicamente. Cariñosamente, le fue soplando palabras al oído hasta que ese cuerpo tubo tantas, que formo un alma y con ella un universo nuevo para su uso personal. Juntos habían explorado todo su universo, su espacio como le gustaba llamarlo, habían visto todo juntos, y cuando imaginaban algo nuevo instantáneamente se materializaba en el . Esto era lo que mas le gustaba a ella, eran tardes enteras inventando nuevas formas. Pero todo era en blanco y negro; hasta que llego el día que sencillamente se aburrió y descubrió que se sentía sola.
- Sos una pelotuda bárbara, solo te pedí una cosa, una sola. ¿No podías aguantarte, no? Tenias que hacerlo, te dije que nadie podía entrar, te lo dije muchas veces para que se te grave, pero, sabes que... quizás ahora se te quede grabado, verdaderamente sos una pelotuda bárbara... El tren se había detenido y abrió sus puertas y de ellas salieron las ultimas palabras de Al, seguidas de algo conocidamente bello. Detrás de ellas habían salido los colores en bocas de las personas con las cual disfruto de las tardes inventando nuevas forma; hasta hoy que, Alfredo se entero.
Mailen abrió los ojos y corrió destapo su cajita de madera y lloro. En ese instante perdono a Alfredo y le agradeció y le deseo buena suerte y se pregunto si habría otras personas con las cual Alfredo inventaría.
Y se volvió a mirar en el espejo y sonrió detrás de las ultimas lagrimas dedicadas a la felicidad. Se dio cuenta que podía tener fiestas todos los días. Ya no lo necesitaba, tenia la gente y con ellas el color que hacia que esa cicatriz se hiciese bella con ellos.
Sin abrir la puerta grito tan fuerte como para que lo escuche todo su universo que el mundo de Alfredo era aburrido y se puso a pintar un cuento.

1 comentario:

Tinta China, Cooperativa de escritores dijo...

Che nabo, pone un enlace a Tinta China o te bajo los dientes. Quedo bueno el blog. Pero rescatatate y hace lo que tené que hacer o ya vas a ver, ya vas a...